Un duelo a muerte
La profunda revolución que ha significado Internet en la comunicación entre las personas solo podrá ser entendida por nuestra generación.
Me refiero a la generación que todavía se comunicó por carta, o que para hablar con el ligue de la noche anterior tenía que marcar un número fijo y presentarse a sus padres. «¿Está Marta?» «¿De parte de quién?» «Un amigo». Uf, todavía me pongo nervioso nada más recordarlo.
Una generación bisagra.
En mi caso, todavía recuerdo el momento preciso en el que creé mi cuenta de correo electrónico, cuando todavía vivía con mis padres. Y ahí empezó un mundo nuevo. Un mundo, diría, maravilloso. Sobre todo por la velocidad y la facilidad.
En mi caso, todavía recuerdo el momento preciso en el que creé mi cuenta de correo electrónico, cuando todavía vivía con mis padres. Y ahí empezó un mundo nuevo. Un mundo, diría, maravilloso. Sobre todo por la velocidad y la facilidad.
Aunque supongo que, como yo, al principio compaginabas y seguías enviando alguna carta, de vez en cuando, a la persona especial.
Eran unos momentos muy emocionantes. Escribirlas, recibirlas. Saber que las había tocado la otra persona.
Luego, se fue perdiendo del todo.
Las cosas son así, y, aunque soy bastante nostálgico, no estoy en contra de las nuevas tecnologías. Por suerte, me ahorré el ridículo de los que afirmaban vehementemente que nunca tendrían un smartphone. Como decía Paracelso: «Dosis sola facit venenum». O sea, la dosis hace el veneno.
Solo hay una cosa que me parece deleznable con relación al tema: el hecho de que el porcentaje de comunicación cara a cara haya bajado tanto ha creado un inmenso campo de acción para los cobardes. Me refiero a esos tipejos y tipejas que se dedican a insultar, criticar, maldecir, destruir y cagarse en todo lo cagable. Básicamente, individuos que en lugar de emplear sus energías en hacer algo constructivo, prefieren encender el ventilador, bajarse los pantalones y pegar una buena cagada.
Solo hay una cosa que me parece deleznable con relación al tema: el hecho de que el porcentaje de comunicación cara a cara haya bajado tanto ha creado un inmenso campo de acción para los cobardes. Me refiero a esos tipejos y tipejas que se dedican a insultar, criticar, maldecir, destruir y cagarse en todo lo cagable. Básicamente, individuos que en lugar de emplear sus energías en hacer algo constructivo, prefieren encender el ventilador, bajarse los pantalones y pegar una buena cagada.
Un duelo es un combate en el que se enfrentan dos personas y en el que, una de las dos ha sido injuriada.
En el duelo se utilizan armas mortales.
El duelo se usa para lavar la injuria.
En este momento en que la forma que tenemos de relacionarnos está tan altamente tecnificada, propongo que recuperemos el duelo. Y si alguien tiene ganas de insultar, expresar su odio o cagarse en la madre que nos parió, perfecto. Pero no podrá ya ser un cobarde, y tendrá que atenerse a las consecuencias.
Y si no, que se calle.
Como decía Nanni Moretti: «Le parole sono importanti!»
Artur R.
Ahí creo que radica la cordura en cada uno de nosotros. Críticas, todas las de mundo.
Si realmente quieres insultar entonces da la cara. En ese caso la persona o colectivo afectado te podrá mirar a los ojos y decirte lo que piensa.
Si utilizas la tecnología para esconderte es que ni siquiera estás seguro de lo que dices.