I love Polaroids

En el año 1999 hice un viaje a la India y el Nepal. En esos días, yo era un paleto de Badalona que había visto muy poco y sabía menos; tenía entonces 24 años. Lo que quiero contaros, queridos amigos, es que, a veces, algunas personas te hacen ver cosas que desconocías y te hacen descubrir que la vida es maravillosa. En esos días tuve la suerte de coincidir en Barcelona con un grupo nuevo de gente, y una fantástica realidad se abrió ante mí. No sé, todos ellos estaban en algunos aspectos unos cuantos pasos más adelante que yo, ya que conocían músicas y libros nuevos para mí, que solo leía teatro. También iban a restaurantes diferentes, leían Vogue Italia, se emborrachaban mucho, hacían jornadas gastronómicas, eran expulsados de karaokes, eran cultos y tenían buen gusto. Ellos eran Los chicos, aunque en el grupo había chicos y chicas.

Ya sé que des de la llegada de los modernos (en realidad post posmodernos, ¿no?) todo se ha vuelto muy confuso, que pena, porque hay muchas cosas que siguen valiendo la pena, aunque quede repelente decirlas. Yo en esos días descubrí, por ejemplo, a Tom Waits (fuimos en furgoneta a verlo a París), J.D.Salinger (Nueve Cuentos), Raymond Carver (De qué hablamos cuando hablamos de amor), The Velvet Underground (and Nico), Martin Amis (El libro de Rachel), Jack Kerouak (me leí En la carretera una noche velando a mi abuela) o el genial John Kennedy Toole (La conjura de los necios) que empezaba su libro con la cita: «cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él». En fin, que todo aquello me cambió para siempre. Y me hizo un poco más lo que soy ahora.
La persona más importante para mí de ese grupo, y de hecho la que me introdujo a todos los demás, me regaló unas Navidades una cámara Polariod (modelo JoyCam). Yo no entendía muy bien por qué alguien querría hacer fotos de tan baja calidad, pero después de unas pruebas, creo que le cogí el gustillo. ¡Y no tuve mejor idea que llevármela al viaje a la India! Así que allí estaba yo, a miles de kilómetros de casa y rodeado de turistas con cámaras Nikon y objetivos ultrarápidos, con mi camarita de plástico. La verdad es que todo el mundo me preguntaba si era alguna especie de prototipo digital, y era muy embarazoso contarles que no, que era una simple cámara de plástico. El drama era que cada “carrete” solo contenía 10 fotos, y yo solo llevaba 2 carretes. Así que mientras el resto de la gente se dedicaba a hacer cientos y cientos de instantáneas yo tenía que controlarme. Para más inri, la cámara no tenía ninguna manera de bloquear el botón de disparo, así que cada vez que se me activaba por error, era una especie de drama en el cual me disponía a acusar a Dani, mi hermano, de haber sido él. Creo que todavía le debo unas disculpas.
Esta tarde, agobiado por la gripe que no me deja tranquilo he encontrado las dichosas polaroids en un cajón, algunas de ellas son las que podéis ver por aquí.
La verdad es que ahora, con la perspectiva del tiempo, estoy muy contento de tenerlas. Hoy en día ya no hago polaroids, ni mantengo un contacto regular con Los Chicos, aunque si me encuentro con alguno de ellos me hace mucha ilusión.
Hacer fotos es una cosa curiosa, sobre todo si solo tienes dos carretes de diez para cubrir un viaje entero. Cada una es más especial. Todavía me acuerdo de la noche en que conocí a una niña, en las escaleras de un templo. Yo había salido porque no aguantaba el calor y ella estaba colgada de la barandilla, seguramente jugando. Entonces me acerqué y le pregunté si le podía hacer una foto, ella sonrió, se arregló el pelo y posó para mí. Nunca olvidaré eso.
Artur R.

1 comentario

  1. Los colores, el leve desenfoque, este toque "retro", eterno. Genial.
    Las dos crias, sus miradas, sus sonrisas… Preciosas.
    Gracias

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