La sutil invasión del Bulldog Francés
De un tiempo a esta parte se ha producido un fenómeno mundial que hemos aceptado con total naturalidad, pero que, a mi entender, conlleva consecuencias un tanto inquietantes. Se trata, como ya habrán adivinado por el título de este escrito, de la proliferación del Bulldog Francés. Si no se habían percatado de ello quizás sea porque hay tantos que ya nos hemos acostumbrado; casi diría que es como si estuvieran integrados en el paisaje. ¿No me creen? Les propongo un simple ejercicio: cuenten durante el día de hoy la cantidad de Bulldogs Franceses que se crucen en su camino; puede que se lleven una buena sorpresa.
El tal animalito, además, ha conseguido una transversalidad que es la envidia de muchos partidos políticos: le gusta tanto a la adolescente, como a la mamá adormecida, al treintañero soltero o a la abuelita que lo mima hasta extremos impensables. Es una exageración en toda regla. Yo mismo estuve a punto de caer en esta silenciosa secta, pero en el último suspiro conseguí entrar en razón.
¿Y por qué tanta popularidad, se preguntarán?
Les puedo dar la respuesta gracias a una anécdota que me sucedió.
El tal animalito, además, ha conseguido una transversalidad que es la envidia de muchos partidos políticos: le gusta tanto a la adolescente, como a la mamá adormecida, al treintañero soltero o a la abuelita que lo mima hasta extremos impensables. Es una exageración en toda regla. Yo mismo estuve a punto de caer en esta silenciosa secta, pero en el último suspiro conseguí entrar en razón.
¿Y por qué tanta popularidad, se preguntarán?
Les puedo dar la respuesta gracias a una anécdota que me sucedió.
Fue por una de esas casualidades de la vida. Yo estaba en el parque, escribiendo, cuando se me acercó una señora rubia, muy alta, altísima, casi parecía que su cabeza llegaba al cielo. Iba pidiendo limosna, aunque ahora tiendo a pensar que esa actitud era una tapadera. Yo normalmente no doy nada –soy tan tacaño como el que más–, pero en esta ocasión aflojé la mosca. La mujer, a cambio, me dio una piruleta de fresa con forma de constelación. Mientras la lamía encantado, empecé a ver Bulldogs Franceses por todas partes y de todos los colores: negros, blancos, a topos, marrones, grises, etc. Y me percaté de un fenómeno extraño: se comunicaban entre ellos. Y entonces lo vi claro. Sí señores, este aparentemente inocente animalejo es en realidad un Caballo de Troya. Y pude escuchar sus planes. No se asusten, pero la proliferación de la especie, se trata, en realidad, de una sutil invasión alienígena. Un plan perfectamente orquestado: extraterrestres que provienen de una remota galaxia y que pretenden acabar con nosotros de modo silencioso; como la Merkel con el marco, digo el euro. Escogieron la manera de un inofensivo animal asmático y paticorto porque, oh sorpresas de la vida, en lugar de rechazo causa ternura, porque en lugar de puntapiés se lleva caricias, porque nadie sospecharía de esa carita. El objetivo es claro: la aniquilación total y sin paliativos de la especie humana. El golpe, genial: expresar la muerte a través del amor, justo lo contrario de Otelo, que expresó su amor por Desdémona a través de la muerte. Casi se podría decir que el plan es bello, aunque sea una belleza tan oscura como la piel del negro.
Sentado en el banco del parque, lo entendí todo: cuando lleguen al número adecuado abandonarán su perruno disfraz, sacarán sus rayos láser y acabarán con nosotros en un santiamén. Y eso habrá sido todo.
Sentado en el banco del parque, lo entendí todo: cuando lleguen al número adecuado abandonarán su perruno disfraz, sacarán sus rayos láser y acabarán con nosotros en un santiamén. Y eso habrá sido todo.
En fin, siento arruinarles el día de Navidad con tamaña teoría conspiratoria, pero he pensado que tenían derecho a saberlo. Aunque no todo está perdido. Personalmente, he puesto en marcha un plan para contraatacar, creando un grupo de choque: la Liga Anti Bulldog Francés Alienígena (ABFA). Si alguien está interesado en formar parte, le ruego se ponga en contacto.
Vamos a ser héroes.
Vamos a ser héroes.
Artur R.
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